La Reial Acadèmia de Medicina de les Illes Balears atesora grandes documentos de relevante importancia en la medicina
La revisión de los archivos de mi ordenador me hace re descubrir aquellos reportajes precisos e históricos que son un legado para los demás. Para mí, éste fue un reportaje especial publicado en abril del año 2010 en la revista Salut i Força, aquí os dejo ‘Secretos de Biblioteca’ un paseo por la Biblioteca de la Real Academia de Medicina de las Islas Baleares.
El siglo XVIII comenzó con un nuevo período histórico denominado “siglo de las luces”, regido por las ideas de la Ilustración. Ante este clima renovador los poderes del estado ilustrado trataron de fomentar la actividad económica y científica.
Las ideas ilustradas se vieron reflejadas en las Reales Sociedades de Amigos del País que, a partir de 1765, se extendieron por toda España creadas por los ciudadanos más cultivados. La Real Sociedad de Amigos del País del Reino de Mallorca tuvo como uno de sus frutos la creación de la Academia Médico-Práctica de Mallorca.
En este repaso historiográfico debemos de apuntar que en el año 1784, el rector de la Universidad de Mallorca dirigió una convocatoria para fundar una Academia Médico-Práctica. La propuesta fue aceptada, y los estatutos fueron redactados por el promédico Antonio Vives, los catedráticos Rafael Evinent y Antonio Pablo Togores, y el médico Francisco Alemany.
Una vez examinados los estatutos fueron presentados por la Sociedad Económica al Rey Carlos III para su aprobación, y será el once de diciembre de 1788 cuando el Monarca firmó la Real Cédula Fundacional. En la actualidad como distinción de gratitud a los diferentes patrocinadores de la institución se les hace entrega de un facsímil de la primera página de dicha Cédula Fundacional.
Años después en el año 1831 con cambios sustanciales paso a llamarse Real Academia de Medicina y Cirugía, pero será en el año 1999 cuando cambiará de nombre, para adaptarse a la nueva organización administrativa del estado español, pasando a denominarse Reial Acadèmia de Medicina de les Illes Balears.
Pero que mejor forma de conocer la historia de esta institución que con los documentos, publicaciones, grabados, retratos, y textos antiguos que albergan su biblioteca. La sede de la Reial Acadèmia de Medicina de les Illes Balears se encuentra situada en uno de las calles con más solera de la ciudad de Palma en Can Campaner.
En su sala de juntas conviven, en distintas estanterías los diversos libros y documentos catalogados. La decoración de la sala alberga los retratos de los antiguos Presidentes y Académicos de Honor, esta ha sido una ardua tarea pues muchas de las fotografías se han localizado en diferentes archivos.
En la intensa búsqueda el doctor Alfonso Ballesteros, ex presidente de la Reial Acadèmia de Medicina de les Illes Balears, logró encontrar los retratos al óleo de los dos primeros presidentes, el doctor Miguel Noguera y el doctor Francisco Oleo, de los cuales se realizó una copia en tela para la sede.
Otra de las adquisiciones fueron los 56 tomos del Dictionnaire des sciences médicales, editados a lo largo del siglo XIX, en el que se encuentra bastantes escritos del doctor Mateu Orfila. Dicha adquisición fue posible gracias a los fondos donados por Manuel Cifré, mecenas de la institución.
Como afirma Ballesteros, una de las políticas de la Academia es, adquirir libros y documentos que tienen relación con las Islas Baleares. “Dada la limitación de espacio no es posible aceptar la donación de libros, a excepción de obras que documentan la historia de la medicina en las islas”, comentó.
La biblioteca dispone de un armario metálico en otra estancia, donde a una temperatura adecuada, se guardan los documentos de los siglos XVIII y XIX. Actualmente para salvaguardar el archivo los textos están digitalizados.
Entre estos documentos manuscritos algunos tienen una especial relevancia, como por ejemplo el que justifica la célebre peste que asoló en el año 1820 el municipio de Son Servera, y del cual se guarda el último parte médico que comunica que no existe ningún enfermo, siendo la confirmación de que la peste se daba por concluida en Europa.
Dicho informe está firmado por el médico Joan Lliteres, profesional que, voluntariamente, asistió a los enfermos y quien se salvó de la enfermedad. La Conselleria de Salut i Consum en su honor, creó hace unos años el Premio Metge Lliteres distinción a la carrera profesional.
También se guardan las llamadas Topografías médicas, que describían las condiciones medioambientales de los diferentes pueblos de Mallorca, para observar la influencia que tenía en la salud. “Era obligatorio para todos los médicos, y es que continuaron con la tradición de Hipócrates ya dictada en su libro: Tratados hipocráticos: sobre los aires, aguas y lugares”, argumenta Ballesteros.
“Cualquier médico puede investigar con los documentos que se guardan en la biblioteca, de hecho se están realizando algunas tesis doctorales con los más antiguos. Por ese motivo están digitalizados para que no se pierdan y sea más fácil mantenerlos”.
Los trabajos de digitalización y documentación se han llevado a cabo gracias a la aportación económica de la Banca March.

Cuadros y fotografías de los presidentes de la Reial Acadèmia de Medicina de les Illes Balears.

Diccionario de Ciencias Médicas.

Sala de Juntas.

Retratos.
Las joyas de la biblioteca
Los documentos más notables se guardan en siete vitrinas colocadas por temáticas. Por ejemplo una vitrina está dedicada íntegramente al premio Nobel de Medicina Jean Dausset miembro honorario de la Reial Acadèmia de Medicina de les Illes Balears. Entre los objetos que se encuentran están el discurso de ingreso en la institución, la medalla de académico y la medalla Mateu Orfila que se concede a los profesionales con méritos extraordinarios.
Otra de las vitrinas con especial relevancia es la dedicada a Manuel Godoy noble y político español, favorito y primer Ministro durante el reinado de Carlos IV. “Godoy aceptó ser socio de honor de la Academia Médico Práctica de 1788 y tenemos la carta aceptando el nombramiento y firmada como Príncipe de la Paz”.
Pero en ese mismo espacio también se encuentra una rareza bibliográfica donada por Ignacio Jaquotot que es la edición de la Breve introducción en el modo y medios de socorrer a los muertos aparentes, que fue editado por la Real Sociedad de Amigos del País del Reino de Mallorca en 1799, con la participación de su antepasado el médico Joaquín Jaquotot.

Documentos Jean Dausset.

Carta de Godoy quien aceptó ser socio de honor de la Academia Médico Práctica de 1788. Aquí esta la carta aceptando el nombramiento y firmada como Príncipe de la Paz.

Documentos Academia Médico Práctica 1788.
Mateu Orfila
Uno de las vitrinas guarda documentos del ilustre médico menorquín Mateu Orfila como libro original de la primera edición española del libro Socorros que se han de dar a los envenados o asfixiados obra que dio origen a una colección que ha conseguido gran prestigio y se halla en la más importantes bibliotecas de nuestro país. Y, del cual, se editó una edición en facsímil en el año 2003.

Los documentos más antiguos.

Documentos Mateo Orfila.
Pero además el espacio guarda una medalla que realizaron sus alumnos con motivo de su fallecimiento. De dicha medalla conmemorativa del sabio menorquín se ha obtenido el molde para la Medalla Orfila, creada para premiar la dedicación en la Reial Acadèmia de Medicina de les Illes Balears.
“Hay algo muy curioso en esta vitrina y es un artículo periodístico de la revista Ilustrated London News que cuenta como hecho destacado internacional la muerte en marzo del año 1853 del doctor Mateu Orfila”, comenta Ballesteros.
La biblioteca cuenta con un depósito de libros de 1500 que contienen destacados trabajos intelectuales relevantes de la historia de la medicina de las Islas Balears, y que muy probablemente ilustre y enseñen a los médicos del futuro de esta comunidad.

Manuscrito del año 1788.

Documento que justifica la célebre peste que asoló en el año 1820 el municipio de Son Servera, y del cual se guarda el último parte médico que comunica que no existe ningún enfermo, siendo la confirmación de que la peste se daba por concluida en Europa.
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